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domingo, 11 de abril de 2010

Cómo delirar una tarde de otoño

Pensando y pensando en mi propia lógica puedo hasta decir que me sorprendo de mi misma, de lo que se me puede llegar a ocurrir y cómo se me puede llegar a ocurrir:
De un horrendo y grandecito sombrero gamuzado  color negro espeso puedo sacar mil y una posibilidades de historias.
De un gran abanico carmesí con un grabado de rosas negras puedo elegir de que tipo será aquella historia.
De una jarra de vidrio pulido puedo fijarme si tendrá más dramatismo o más comedia utilizando agua y aceite.
De una pequeña ventana con marco de madera sabré que ideologías tendrá observando el paisaje: De los paisajes urbanos, sabré la ideología tecnológica y científica; De las plazas, las ecológicas y artísticas; Dependiendo si hay iglesias o no, si son pequeñas o grandes, si son católicas o cristianas, sabré la ideología religiosa; Y en cuanto a la política eso es dependiendo la cercanía o lejanía de todos estos lugares.
En un gran cuaderno viejo con hojas color aceituna y tapa cubierta con seda fina anotaré todo lo que quiero o no poner en aquella historia sacada de un sombrero, aquel tipo sacado de un abanico, aquel nivel de dramatismo o comedia sacado de una jarra y aquellas ideologías sacadas de una ventana, y más. Mucho más. Todo lo que se me ocurra. Hasta puedo comenzar a delirar y no voy a pensar que estoy loca, no de esa manera... nunca de esa manera.

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